Llega julio y los peruanos recordamos que tenemos patria. Y muy a pesar de los años, a los maestros de escuela, no se les ocurre mejor idea que celebrar fiestas patrias organizando un desfile escolar.
Así comienza la más estúpida forma de perder el tiempo, entre ensayos de bandas, escoltas y batallones.
Durante el mes más gris que tiene Lima, se escuchan los tambores, platillos, trompetas y toda esa parafernalia atormentadora, intentando interpretar una marcha de guerra que marca el paso de cada fila de escolares.
Los profesores se convierten en sargentos. Infantes de jardín, niños y adolescentes todos pierden tiempo y libertad al mismo son, que es acompañado por los gritos de sus instructores premilitares.
Todos caminan uniformados, perdiendo el ritmo, ausentes de vida. El uniforme, las insignias y demás distintivos no lo llevan ocasionalmente; los rezagos de una tradición militarista son difíciles de desterrar.
El día del desfile, que se realizó en la avenida principal del barrio, hubo gran algarabía. Es triste ver tan emocionados a los padres, maestros y autoridades educativas por una acto tan desproporcionado a la formación genuina del ser humano.
Un exaltado locutor se hacía escuchar por los parlantes. Mientras pasaban las escoltas de los colegios privados, la voz resaltaba la gallardía, coraje y valor de los estudiante, que demostraban así, preparados para defender su patria. Sin pensar siquiera que la guerra solo arruina la vida y el futuro de las naciones.
Todos sabemos que la educación peruana está en mal estado. Me queda claro que aún en los colegios privados los niños y adolescentes reciben una mala formación. Sin embargo, me quedó una gran interrogante ¿Cómo se están formando los maestros en nuestro país?
He ahí hay un gran problema.
